Este centro comercial es muy popular entre los jóvenes, especialmente los adolescentes, y es famoso por ser el origen de la subcultura kogal. El panorama de la moda se extiende al norte hacia Harajuku y Shibuya donde todas las tiendas abren a partir de las diez de la mañana. Pero sin duda, si por algo es famoso este distrito es por el cruce que hay delante de la estación, el llamado Scramble Kousaten, (スクランブル 交差点)del que se dice que es el más abarrotado del mundo y utiliza un stop en las cuatro direcciones para permitir a los peatones inundar todo el cruce. En los edificios que se encuentran en frente del cruce están situadas tres grandes pantallas de televisión. Y podemos dar fe de ello, porque lo cruzamos unas cuantas veces entre el gentío, que ya no sabias si ibas o venias.
Tras callejear en busca de los famosos cospleyeros y los afamados mangas (sin éxito alguno), decidimos desplazarnos un poco más hacia el norte, hacia la zona de Harajuku. Es un distrito que alberga todo tipo de extrañezas, desde una cospleyera hasta un japonés tocando la gaita en mitad de un parque caótico en el que todo vale. Los sábados y domingos se suelen ver jóvenes disfrazados de sus personajes favoritos de manga (cosplay) o vestidos al estilo victoriano (Gothic Lolita), pero una cosa hay que decir, no es tan fácil localizarlos y aun menos fotografiarse con ellos, al contrario de cómo se muestran en los documentales y libros temáticos, aun así veréis que hay algunas fotillos, pocas porque el domingo no hubo ni la mitad de las que yo esperaba, pero bueno, menos da una piedra.
Hicimos una parada en una de las tiendas que pueblan ente laberinto de callejuelas, con puestecillos y gente dispuesta a venderte hasta su alma, por ejemplo una tienda de condones llamada "la condonería" con infinidad de preservativos, entre ellos el denominado especial para masturbadores, en fin, sin comentarios. En otro orden de cosas, vamos a hablar de un establecimiento muy económico en el que puedes encontrar numerosos objetos, ropajes y accesorios relacionados con el folklore japonés, llamado Bazar Oriental.
Tras ojear meticulosamente el establecimiento al final, y previamente analizado los precios, pros y contras de los artículos nos decidimos por: un yukata (es un kimono hecho de algodón, que se usa principalmente para el verano o estaciones cálidas. Es mucho más ligero porque no tiene la capa que cubre normalmente el kimono y se usa comúnmente para dormir o para los baños termales), un pequeño muñeco daruma (es uno de los amuletos japoneses más conocidos. Es un muñeco rojo, sin brazos ni pies, con una cara masculina que tampoco tiene ojos, solo dos círculos blancos. Al ser redondeado, aunque se balancea, nunca se cae, de manera que representa la perseverancia y el esfuerzo. El daruma representa a un antiguo monje budista indio llamado Bodhidharma, que fue el fundador del budismo zen y el responsable de que la doctrina de Buda llegara a China. Dice la leyenda que el monje no alcanzó la iluminación hasta 9 años después de meditar a solas en una cueva y que por ello, después de tanto tiempo sin moverse, no sólo se le cayeron los brazos y piernas, sino que el propio monje se arrancó los ojos para concentrarse mejor. Cuando se quiere pedir un deseo, se hace pintándole uno de los ojos. Si el deseo se cumple, habrá que pintarle el otro ojo en señal de agradecimiento) y todo esto no nos costó más de 4000 yens.
Continuamos andurreando por el mar de gente abrumados por el calor, el cansancio y la desesperación ante la aparente falta de las anheladas tiendas de manga. Pero eso si pudimos ver todo tipo de tiendecicas pequeñicas donde podías encontrar desde ropa tan heavy como el pijama de Marilyn Manson hasta pelucas tipo Krasty el payaso, sin olvidarnos de pins, chapitas, cadenillas, colganderos para el móvil, gorras con visera para que duerman las palomas y demás cosas de esas que te regalan y no sabes si pegarle o darle las gracias. También descubrí otra cosa, que soy demasiado grande para poder ponerme un kimono pero no para que me venga mutambo a venderme una camisa hecha con los desperdicios del traje de Corbacho, vamos una lindez. Porque eso sí, otra cosa no pero que la gente se me quede mirando es algo automático, sobre todo es muy curioso cuando se quedan idiotizados al mirarme el pie, que ya sé que es grande pero no por eso necesitas diez minutos para verlo.
La hora de la comida fue un verdadero infierno, puesto que parecía que justo cuando tú querías meterte a comer algo, soltaban a la gente en escuadrones de la muerte y ¡zas! todos los locales a reventar, desde los puestecillos ambulantes hasta los restaurantes súper chic pasando por el siempre socorrido Mc Donald, que fue donde acabamos comiendo de milagro en una mesa rodeada por una representación de la muchachada nipona ( todo adolescentes mega hormonadas e histéricas que comían con una mano y hurgaban con la otra en el móvil, que tenia colgado de todo lo imaginable).
Tras preguntar en vano varias veces por la ubicación de alguna manga shop, y obtener desde un “ein”, hasta “manga qué?” decidimos desandar nuestros pasos y regresar al punto de origen. Para ello decidimos atravesar el parque Yoyogi, este es sin duda uno de los parques más grandes de Tokio y eso le da mucha vida, sobre todo cuando llegan los fines de semana. Sobre su verde césped nos podemos encontrar a gente de todo tipo, realizando todo tipo de actividades como ya mencioné anteriormente. Además, todo hay que decirlo, llegamos aquí atraídos por un sonido que sinceramente no esperaba escuchar en estas tierras, se trataba del inconfundible sonido de las gaitas. Qué imagen más extraña es encontrarte un grupo de música folk japonesa interpretando canciones tradicionales escocesas a escasos metros de otro grupo que hacia katas de kendo, mientras grupos de cantantes amateur tocaban confusamente al son de las acrobacias de ciclistas megafumados, que hacen sus moñadas junto a versiones elvilescas que rememoran los años 60.
Tras preguntar en vano varias veces por la ubicación de alguna manga shop, y obtener desde un “ein”, hasta “manga qué?” decidimos desandar nuestros pasos y regresar al punto de origen. Para ello decidimos atravesar el parque Yoyogi, este es sin duda uno de los parques más grandes de Tokio y eso le da mucha vida, sobre todo cuando llegan los fines de semana. Sobre su verde césped nos podemos encontrar a gente de todo tipo, realizando todo tipo de actividades como ya mencioné anteriormente. Además, todo hay que decirlo, llegamos aquí atraídos por un sonido que sinceramente no esperaba escuchar en estas tierras, se trataba del inconfundible sonido de las gaitas. Qué imagen más extraña es encontrarte un grupo de música folk japonesa interpretando canciones tradicionales escocesas a escasos metros de otro grupo que hacia katas de kendo, mientras grupos de cantantes amateur tocaban confusamente al son de las acrobacias de ciclistas megafumados, que hacen sus moñadas junto a versiones elvilescas que rememoran los años 60.
Pero si esto os parece raro, aun no habéis visto nada, en nuestro peculiar descenso a los infiernos, nos encontramos con una avenida que unía el susodicho parque con la zona comercial de Shibuya. Nos hemos abstenido de hacer fotos porque hay cosas que el ser humano no está preparado para ver, tales absurdeces que sobrepasan las fronteras de la definición de frikismo, se mostraban relucientes ante nuestros perplejos ojos. Hombres desnudos pero con un “traje de tatuajes” era abanderado por el capitán capullo (un tío con más grasa que las freidoras de un burguer, embutido en una maya rosa (que dejaba poco a la imaginación) con unos gallumbos violetas por fuera y una capita, gritando cosas absurdas. Veías cantantes que desafinaban más que una orquesta de grillos con paperas, una versión al cuadrado de flipy que hacia experimentos inútiles en una pizarra, un tío cabezón que dibujaba camisetas chorras, un dúo de monologistas sin gracia, una versión de 100 yens de Rod Stewart acompañado por las primas albinas de las cospleyeras niponas, en fin un cuadro que asustaría al mismísimo Edgar Allan Poe.
Alucinados por lo que acabábamos de ver, llegamos a la calle central de Shibuya, donde se alza una de las tiendas más importantes de música y actualidad musical del momento, la famosa Tower Record, meca de todos los amantes de la música. A lo largo de sus ocho plantas, podemos encontrar todos los géneros y formatos imaginables, desde el desaparecido vinilo al creciente mp3 y mp4, discos sencillos, dobles, triples, ediciones coleccionistas en cuero en formato book, con Dvd, camisetas y demás complementos de regalos y a precios que en ningún caso superaban los 4000 yens (24 €).
Entre todos los discos y tras escuchar canciones de grupos muy prometedores nipones que estoy seguro que serian tres, dos o uno en España y romperían las listas de éxitos, descubrí una joya en bruto, se trata de un dúo de jóvenes cantantes japonesas con un chorro y una cadencia vocal que nada tienen que envidiar a Beyonce, y una presencia física nada desdeñable , se trata de Double, con su álbum recopilatorio The best collaborations (2oo8), simplemente es un sonido refrescante y enérgico, no dudéis en escucharlo si tenéis ocasión.
Para concluir este apartado hemos dejado la parte más importante, nuestra visita al templo subterráneo del manga, el Mandarake. Es una súper tienda oculta en el corazón de Shibuya y que concentra toda la esencia del espíritu manga, por desgracia, y a mi pesar no pudimos hacer ninguna foto vete tú a saber el motivo. Este lugar es una locura, cientos de estanterías en numerosos pasillos abarrotadas de miles de mangas, Dvd, cosplays, figuritas y demás artículos relacionados directa o indirectamente con el mundo del animanga. Mandarake.es una empresa especializada en el mundo del Manga y la animación Japonesa, inauguró su primera tienda en 1987 en el centro comercial Broadway en Nakano (Tokio) como la tienda de compra-venta más moderna. Actualmente, cuenta con 10 más sucursales en todo Japón: tres en Tokio, Namba y Umeda en Osaka y en las siguientes ciudades: Nagoya, Utsunomiya, Sapporo (Hokkaido), Fukuoka y Shingu (Kyushu). Chicos, si venís aquí tenéis varias opciones: la primera es venir sin pelas jejejeje, la segunda es venir con pelas pero sabiendo comprar, y la tercera y poco recomendable es entrar y arramblar con todo lo que veáis.
Si sois un poco aguilillas y no tenéis la mano rota podéis salir de aquí con más de una ganga, eso si rebuscando hasta debajo de las baldosas, como fue mi caso que regrese con una figura de Asuka Langshley de evangelion ataviada de conejita (15x12cm), un MAZINGER Z (15x12 cm), una maga de una serie que ni idea tengo pero que molaba (12x5 cm) y un tomo único de mega hentai de quinientas páginas jejeje por tan solo 3000 yens (18 € jejejeje). Porque un mundo donde comprar bueno, bonito y barato es posible, jeje y junto a esto sumamos la compra de un libro de ilustraciones de un anticuario por 700 yens y ya tenemos terminadas todas las compras que voy a hacer en mi estancia en este maravilloso país de contrastes.
Y aquí termina nuestra primera incursión a la selva urbana de Shibuya, porque no es descartable que tengamos una segunda y más relajada visita a este distrito ya que aún nos quedan por ver cosas tan importantes como el templo sintoísta y la estatua de Hachiko, un perro súper fiel que acompaño a su amo hasta la muerte, pero eso ya es otra historia que se os contara en su momento, tened un magnifico día.
1 comentario:
sigue escribibiendo asi tio que es muy interesante ;)
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