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viernes, 27 de junio de 2008

En mitad de Harajuku un templo inolvidable

Tras un día de descanso obligatorio condicionado por las lluvias, hemos vuelto a patearnos las calles para traeros lo mejor de la cultura nipona. Hoy nuevamente regresamos a Harajuku, pero esta vez no en busca del fenómeno Friki, sino en busca de algo más antiguo y trascendental escondido en lo más recóndito del corazón de este barrio cosmopolita. Se trata de un santuario muy especial enclavado en un paraje verde formado por 170.000 árboles de 245 especies distintas, un lugar en si mismo digno de ver y perfecto para refugiarse del implacable sol y calor de estas tierras, con puentes, lagos y una gran zona verde donde poder descansar al fresco degustando un refrescante té verde, mientras contemplas los Kois y Kames que habitan los estanques.


Pero hoy concretamente nos centraremos en hablar del santuario en si, dejando al margen la frondosidad y el encanto del entorno que lo rodea o del ajetreo del mundo exterior que ajeno a su paz interior vaga frenético. El Santuario de Meiji Jingu (Jingu = Santuario) está dedicado al emperador Meiji y su consorte la emperatriz Shoken, ya que en la religión sintoísta no es de extrañar la dedicación de santuarios a importantes personajes. Este es el templo más grande de Tokio, está situado en el parque de Yoyogi, y un amplio camino arbolado conduce desde la estación de Harajuku hasta el propio santuario.


Este lugar es muy conocido porque es muy típico ir a visitar este templo el día de Año Nuevo para pedir un deseo, se echa una moneda entre las barras de madera, se dan dos palmadas y se hace una reverencia, se pide el deseo, otras dos palmadas y listo. El santuario original fue quemado por los ataques aéreos acontecidos durante la Segunda Guerra Mundial. El actual conjunto arquitectónico del santuario está fechado a partir de noviembre de 1958, el edificio central que acoge todas las visitas está construido en el estilo Nagerezukuri, junto con Noritoden, donde las palabras de alabanza al Emperador y a la Emperatriz son recitados a lo largo del recinto.


El santuario está formado por un conjunto de edificios religiosos sintoistas, Naihaiden (Inner el Santuario), Gehaiden (el exterior del santuario), Shinko (la sala del tesoro), Shinsenjo (la Consagrada Cocina para la preparación de las ofrendas de alimentos) y algunos edificios de oficinas. Los materiales son principalmente el ciprés japonés con planchas de cobre para los tejados.


El recinto te recibe con un monumental tori de 15 metros, conocido como la gran puerta de Shrine, fabricada en su totalidad en madera pertenece al estilo Myojin y fue reconstruida y dedicada a su benefactor en 1975 a semejanza de la original de 1920. La madera utilizada es “hinoki” (el ciprés japonés) de 1500 años de antigüedad traída expresamente para su construcción desde el monte Taandai-san en Taiwan.


En este, como en otro de los numerosos templos que pueblan Japón, y como ya os mencionamos en anteriores post, hay una serie de rituales de purificación y de medios para trasmitir tus deseos, inquietudes y temores a las deidades del sinto, con la esperanza de obtener fortuna en exámenes, negocios, matrimonio, viajes o incluso también recuperarte de una enfermedad, la paz mundial o el bien del orden cósmico, son algunos de los deseos más comunes que formulas introduciendo una moneda en un cajetín de madera, pidiendo el deseo cuando das una palmada, haciendo una profunda reverencia y dando nuevamente una palmada, eso si previamente has de purificar tu cuerpo a través de las manos en la fuente destinada a tal uso en la entrada del edificio central.


Otro aspecto destacado de los rituales en los santuarios es el de las denominadas como tablas de peticiones ceremoniales, estas tablas están construidas con madera de árbol sagradas y sirven para que por 500 yens dejes tu “voto religioso” a las deidades que habitan el santuario y así mostrarles tu gratitud a través de esa pequeña ofrenda por los servicios de tu deseo. Estas EMA (como se las denomina) están dedicadas a una deidad que protege el santuario, y los mojes se encargan cada mañana de rezar porque se cumpla tu deseo.


Pero si algo me llamo particularmente la atención fue encontrarme frente a frente con un impresionante tambor japonés, estos instrumentos producen un sonido intenso como el de un relámpago, y su uso variaba desde acciones militares a una especia de pauta rítmica para la recolección del arroz y por su puesto un uso mucho más relacionado con el ámbito religioso ya que existía la creencia popular de que el taiko estaba habitado por dioses. A causa de esta creencia, sólo los hombres sagrados podían tocar el taiko, y así estos son los únicos instrumentos que se encontraban en los templos y por supuesto está prohibido tocarlos. De esta forma el taiko se tocaba sólo en ocasiones especiales, y solamente por hombres que tenían un permiso otorgado por los sacerdotes.


Otra de las cosas curiosas y que denota el interés del emperador por la cultura occidental y en especial por su gastronomía es la colección de barricas de vino de borgoña. Que fueron traídas a Japón como muestra de buena fe y de respeto, y en cierto modo para acercar posturas con el sistema de vida occidental y de paso degustar un buen vino.



Con esto os podéis hacer una idea de la importancia y relevancia de este lugar y así mismo podéis sentir la emoción que embarga al viajero al pisar este lugar, caminar por el recinto y sentirse por un momento parte de la historia. Hasta el próximo día y que disfrutéis leyendo esto tanto como nosotros escribiéndolo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

CABRONNNNNNNNN TRAEME ALGUN DORAYAKIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII o cuando vuelvas te corto las ... jejeej me alegro que os lo esteis pasando bien tios saludos desde el piso de abajo


Gargola

Anónimo dijo...

El vino tenia que haber sido un ribera del duero, hay que tirar por la tierra.
Besos rosa