Paseando por Shinjuku, un crisol de modernidad tradicional.

Hoy tras otro día forzado de descanso por las lluvias, hemos vuelto a patear las calles de Tokio esta vez con destino fijado en Shinjuku. Este distrito tiene muchísimo que ofrecer, al margen de las tiendas de electrónica y videojuegos, eso sí, debes saber moverte por ese intrincado laberinto de barriadas. Nosotros le hemos echado moral y suelas de zapatilla, con fotografía de mapa en mano y el estomago repleto de pinchitos de cerdo y pollo caminamos en busca de los secretos de Shinjuku.


Nuestra primera parada tras dar más vueltas que un garbanzo en la boca de un viejo, es un pequeño conjunto religioso escondido entre los edificios de oficinas. Hanazono, el Lugar santo, fue fundado por el Gran General sometedor de barbaros conocido como Sakaue-no-Tamuramaro. (758-811) Él es general de la etapa pre-Heian.

Esta “secta” fue fundada por Jikaku-daishi, este jóven monje budista que a la temprana edad de 15 años, se hizo estudiante de Saich õ, " Dengyo Daishi ". Cuando alcanzo la mayoría de edad hizo una peregrinación por la China de la dinastía T'ang que registró en su diario, donde aprendio los secretos de su cultura. Y a su retorno fundo la mencionada "secta".

En el jardín, hay muchos árboles de gran antigüedad como por ejemplo majestuosos cedros japoneses y abetos que están posicionados en hilera. El verdor de este santuario vegetal contrarresta frente al rojo carmesí del antiquísimo torii, que da acceso a dicho lugar santo. Cuando la primavera hace su entrada tras el frio invierno, el jardín se cubre de Shakunage (el rododendro) y esto hace que sea uno de los mejores momentos para su visita.

Salimos entusiasmados de este santo lugar y con nuevas energías no dirigimos con premura hacia nuestra siguiente parada que tendría relación espiritual con la anterior. Este “nuevo” santuario está enmarcado entre edificios de viviendas y un pequeño pero solemne cementerio. Según la tradición oral, este templo fue fundado en 1668, su recinto alberga la estatua de madera de Enma que es la más grande de Tokio. Enma es el regente del inframundo y en la mitología budista aparece con frecuencia en la transcripción moderna de los mitos tradicionales japoneses, y su legado perdura hasta los modernos géneros del anime y el manga, véase como muestra su aparición en Bola de Dragón, de Akira Toriyama.

En realidad en los “Vedas”, visiones poéticas y espirituales en las que la imaginación humana ve primero a los dioses y los expresa en creación poética, que después va avanzando hacia unidades más intensamente poéticas y espirituales hasta llegar al Brahmán único de los Upanishads, unidad suprema como la del Dios único de Moisés, del Cristianismo y de la religión islámica. En los Vedas encontramos el nacimiento de la penetración interior, Yama es denominado como rey (samgamano janānām: ‘el que reúne a la gente’) y rige con bondad sobre los antepasados ya muertos (pitri), cuyo camino está custodiado —para evitar que entren los vivos— por dos perros manchados (de cuatro ojos y amplio hocico), vástagos de Śaramā y parecidos al can Cerbero griego, de tres cabezas.

Es el castigador de los muertos, y es quien mide la balanza del karma (las actividades buenas y malas cometidas en cada encarnación). Su papel tiene equivalencia con los dioses greco- romanos Plutón y Minos. Vive en una región del inframundo llamada Yamapura (‘ciudad prohibida’).

Es un lugar acogedor y entrañable, que se encuentra a diferencia del otro, en una explanada parecida a un aparcamiento en lugar de entre arboledas. Si podéis no dudéis en hacer escala en este lugar y presentad vuestros respetos a los dioses que allí conviven con los humanos.

Tras esto y como Dios manda, hicimos parada y fonda para comer algo que teníamos el estomago mas vacio que la cartera un mendigo, así que comimos y luego bebimos un brebaje negro como el destino de la humanidad, que ellos denominaron “café” antes de que Juan Valdés les denunciara por uso indebido de la palabra, porque eso sabia a agua de borrajas. En fin donde habrán quedado los cafés expresos de la maquina con su cremita… bueno continuemos, tras este pequeño paréntesis pusimos nuestros ojos en el siguiente punto del camino. Esta parada es mucho más moderna ya que se trata de algo que está presente en prácticamente todas las grandes ciudades del mundo, y que es la huella que las identifica y que será lo último que quede de ellas cuando el hombre desaparezca. Se trata del Skyline, o la zona de rascacielos en cristiano, está formado por un conjunto de rascacielos ultramodernos, de entre 25 y 55 pisos de altura con unas vistas realmente alucinantes, bien sea desde los cimientos o elevándose hasta la azotea, algunos de ellos son modernos hoteles y otros tan solo son edificios de oficinas.

Pero entre todos hay uno que merece especialmente la pena, no solo por su espectacular diseño, se trata del “Edificio de la Gobierno Metropolitano de Tokio” (Tōkyō-to Chōsha, 東京都庁) conocido comúnmente como Tōchō. Este edificio alberga el centro del gobierno local de Tokio, el cual no sólo vigila a los 23 Barrios Especiales de la capital, sino que a su vez vela por todas las ciudades y villas que la conforman en total. Siendo este el edificio más alto de Tokio, con 243 metros desde su base hasta la cúspide, y es la segunda estructura más alta, tras la Torre de Tokio. En la parte superior, hay dos pisos disponibles al público para que observe la ciudad, que se puede acceder sin costo alguno, están en la planta 45 (202 m) del frio asfalto, y claro esta no pudimos evitar la tentación de subir en el ascensor a fotografiar todo lo que veían nuestros ojos, nota curiosa, tardamos tan solo 50” en llegar a la cima, cronometrados.

Habéis podido observar la magnitud de los edificios, que para nada tienen que envidiar a los neoyorkinos, y que nuevamente demuestran la eficiencia y modernidad del mundo oriental con Japón como punta de lanza, a símil de los mencionados gigantes de acero.

A la salida y tras refrescarnos un poco, nos dirigimos atravesando una carretera a un vergel oculto en el que paseamos para poner punto y final a un día de locos en una ciudad que hierve por los cuatro costados. Es un parquecito a escala del mítico Central Park. Famoso entre otras cosas por su cascada, el parque limita al norte por la Honnnan Dori, al oeste por Junisha Dori, al este por Koen Dori y al sur por Suido Dori. Rodeando este cuidado jardín se encuentran los hoteles de la compañía Hyatt, el parque Hyatt, y otros moteles en Shinjuku occidental. Este sin duda es un lugar perfecto para evadirse del sofocante calor de la tarde, su diseño es simplificado pero efectista. Aquí conviven oficinistas, que almuerzan apresuradamente, con Homeless (personas sin hogar) que utilizan estos terrenos como lugar de residencia donde, en improvisadas casas guardan celosamente sus escasas pertenecías y, gracias al buen hacer y la caridad de los tokiotas, pueden tener un plato decente que llevarse a la boca y un buen vaso de té en el que ahogar las desdichas del duro día.

En esta área, como en otros parques, las actividades son tan amplias como las personalidades de los ciudadanos que las habitan, aquí cada cual emplea su ocio de la manera que prefiere, pero sin duda alguna, la atracción principal es el espacio abierto que se concentra delante de la cascada, que refresca y relaja el ambiente. El parque central de Shinjuku es el hermano pequeño de otro de los jardines más importantes de esta zona y que dejaremos para el próximo post, se trata del Shinjuku Gyoen park, situado en el lado del sudeste de la estación de Shinjuku.

Esperamos que este pequeño paseo por Shinjuku haya sido de vuestro agrado, y si no os ha parecido farragoso en su lectura, os invitamos a acompañarnos en nuestra próxima aventura, que tengáis propicios días.